Por: Marcelo Sepúlveda Osses.
Profesor de Estado.
El propósito de todo el quehacer educativo formal en la escuela debe ser aprendizaje de calidad para todos: Niños, niñas y adolescentes que se encuentran matriculados en el sistema escolar; por tal, la preocupación central es el aprendizaje; pero, más aún, responder y atender las necesidades educativas propias y particulares de cada estudiante, generar estrategias que promuevan e incentiven la búsqueda de solución a cada problema cotidiano que nos ofrece la existencia, la formulación de hipótesis y la sana resolución de conflictos; así también, resguardar la seguridad y el respeto manifiesto a todo miembro de la comunidad educativa. Tarea y propósito que no debemos delegar, unilateralmente, a la institución educativa; sino también, a la familia, padres y/o apoderados o persona responsable del educando.
Durante el último tiempo, hemos debido articular el trabajo docente, resguardar la sana convivencia al interior de la Unidad Educativa, priorizar el currículum escolar, fortalecer el desempeño de redes de apoyo que atiendan las necesidades educativas especiales, velar por la asistencia a clases permanente y reponer la merma de adquisición de contenido y conocimiento que se vieron fragmentados por la tremenda Pandemia que nos sacudió en los últimos años.
Desde entonces, hemos debido, como profesionales de la educación, otorgar fluidez al manejo de las tics, el uso de la técnica y la tecnología y enfrentarnos de bruces al siglo XXI que se nos aparece en todo su esplendor.
Asistimos a un cambio de paradigma, acertar en reconocer lo nuevo y novedoso, ilustrar, ante nuestros sentidos, un mundo maravilloso que se nos aparece cuando caemos en la cuenta que todo cambia, constantemente, y en particular, en esta época, a una velocidad estelar; instrumentos, recursos y herramientas que desplegaron mundos posible en la ficción y que hoy, son realidad producto de la experimentación en inteligencia artificial que reemplaza las tareas y acciones humanas por maquinarias que son el fruto de mentes brillantes quienes trabajan en equipo y de manera colaborativa para reordenar coordenadas de mundos paralelos entre los cuales nuestra imaginación puede alcanzar actos y acciones, que durante el siglo pasado, formaban parte de posibilidades o proyectos de futuro.
Por tanto, hoy, aquella práctica educativa en la escuela debe dar respuesta a las tremendas incógnitas que cuestionan a nuestros estudiantes, aprender a escuchar sobre sus intereses, traspasar la barrera de lo imposible, pues la existencia humana derrocha sabiduría y destreza cada vez que nos vemos asediados por la realidad circundante, como lo fue el Covid 19; de tal modo, adecuamos nuestras prácticas docentes de acuerdo a la innovación permanente y cotidiana.
Gráfica: referencial.