Por: Marcelo Sepúlveda Osses, profesor.
La guerra brutal y violenta no da tregua, agredimos sin piedad a niños, mujeres y ancianos, queremos transformar las ciudades en despeñaderos, los cuerpos se amontonan unos junto a los otros y hay quienes resultan ser NN (No nombrados).
Los bombardeos se suceden sin misericordia; por ello invocamos la paz y la esperanza, el acuerdo, la armonía y quietud para resolver los conflictos, respetar al otro en su propia historia y forma de gobernarse como estado soberano, la guerra sólo siembra ruina y muertes inocentes.
Aquí, al otro lado del mundo, escuchamos, en vivo y en directo, lo que ocurre en Ucrania; pero también tomamos nota de la violencia que nos persigue en nuestro territorio, las agresiones delincuenciales, atentados terrorista, el daño a las personas, el robo y la encerrona: algo habrá que hacer como sociedad organizada y declarada una República Democrática, resguardar la libertad, el derecho a la vida y vivir en un ambiente liberado de violencia desatada.
Durante un breve lapso, hemos asistido al cambio radical de los cimientos de nuestra sociedad, vamos expuestos al desarrollo científico y la modernización de la tecnología, debemos adaptarnos a los desafíos que señala el nuevo orden económico mundial, procurar atender las necesidades cada vez más crecientes del ciudadano común, verificar el bienestar de las comunidades locales, planificar estrategia de mitigación para el daño agreste que se desata por sobre nuestro medio ambiente.
Debemos resguardar nuestro medio y estar atentos a las necesidades de carácter global que nos agobian.
Así, por ejemplo: La crisis alimentaria que se nos aparece a la vuelta de la esquina debido a una menor producción por un sin fin de razones y realidades con las cuales convivimos.
En nuestro mundo hay 3.000.000 de niños que aparecen con desnutrición severa y llegan a la muerte; habiendo alimento suficiente que se desecha en la basura, niños y niñas no tienen acceso a la educación y sobreviven en la marginalidad, es preciso poner atención y proponer estrategias de mitigación y recuperación de esta realidad indignante.
Qué la guerra no ciegue nuestros ojos, qué seamos capaces de mirar a nuestro alrededor; aquí, en Chile, los miles y miles de desplazados, los inmigrantes que nos producen tareas obligatoria y necesarias pues buscan un mejor porvenir en tierras lejanas.
Qué la guerra sea parte del pasado inmediato y podamos curar nuestras heridas, qué la solidaridad viaje de la mano de la justicia y misericordia hacia el hermano que sufre y se mortifica, qué busquemos otras formas de resolver los conflictos y querellas.
Gráficas: RIA Novosti (Guerra en Ucrania).