- Fue el Teniente de Ejército, Francisco Lagreze Pérez quien voluntariamente se atrevió a saltar al vacío.
El paracaídas fue inventado por el alemán Otto Heinecke, combatiente en la Primera Guerra Mundial.
Fue en 1924 cuando el Teniente de Ejército, Francisco Lagreze, estando en la Base Aérea El Bosque, cuando se lanzó portando este elemento que ha cumplido 99 años.
Un hito que deseó relevar la Federación Chilena de Paracaidismo (PARAFECH) que ya prepara la celebración del centenario que tendrá lugar el próximo año.
Para recordar esa hazaña deportiva, se realizó una solemne ceremonia en dependencias del Museo Aeronáutico y del Espacio de Chile en Cerrillos, con presencia de familiares del “héroe de los cielos chilenos”.
Hasta nietos y bisnietos llegaron, junto a representantes de las fuerzas armadas, Dirección de Aeronáutica Civil, Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile, Comité Olímpico de Chile, Federación Chilena de Paracaidismo, clubes de paracaidismo y paracaidistas.
La historia dice que dos meses antes había llegado a Chile el joven alemán Otto Heinecke, quien combatió en la Primera Guerra Mundial.
Previo a ese histórico salto, realizó un recorrido por varios países de Europa y Sud América, promocionando “la invención” del paracaídas.
Buscó voluntarios para que se arriesgaran, pero no encontró.
En Chile, se atrevieron el Teniente Francisco Lagreze y el aviador naval Agustín Alcayaga Jorquera.
Y LLEGÓ EL DÍA
Para entrar en confianza, el propio germano efectuó un par de saltos de demostración el 24 de septiembre, luego de recurrir a la Aviación Militar para pedir el apoyo de un avión que le permitiera realizar las demostraciones necesarias.
El miércoles 24, minutos después de las diez de la mañana, el Capitán Barahona se elevaba en un Avro, conduciendo al paracaidista para que demostrara sus cualidades ante un reducido grupo de espectadores.
A una altura de 620 metros, el paracaidista alemán inició su descenso, permaneciendo dos minutos y 22 segundos en el aire, antes de posarse en la misma pista de aterrizaje de la Escuela de Aviación, sin novedad y casi andando, como dijeron cronistas de la época.
El europeo aseveró a la prensa de entonces que ese era su 90° salto.
Fue así como el domingo 28 de septiembre, a las 10:30, ingresaba a El Bosque el ministro de Guerra y Marina, Almirante Luis Gómez Carreño, nombrado recientemente en ese cargo por la Junta Militar que se había hecho cargo del país el 11 de septiembre, en lo que se llamó “ruido de sables”. Ese día se celebraba un gran festival aéreo con competencias de aeromodelismo donde los niños eran los protagonistas, entre otras celebraciones con banderas chilenas por doquier.
Momentos más tarde, ante la natural expectación de los presentes, el teniente Francisco Lagreze Pérez, se presentó militarmente ante el director de la Base, el general Luis Contreras, el capitán Barahona y toda la oficialidad, pidiendo autorización para realizar un salto con el paracaídas de Heinecke, petición a la que el General accedió previa consulta al Almirante Gómez Carreño, quien viendo una gran decisión y valentía en este gesto del joven aviador para realizar tan arriesgada maniobra, lo autorizó.
Con paso firme y decidido el teniente del Ejército Lagreze, acompañado del paracaidista alemán, tomó colocación en la cabina de un biplano De Havilland DH-9 piloteado por el teniente Oscar Herreros Walker, el que lentamente tomó ubicación en el punto de despegue y se elevó por los aires.
El cielo azul, despejado de nubes colaboró en la ejecución del salto, que se realizó cuando el avión alcanzó los mil metros.
Tras recibir las últimas instrucciones, el oficial saltó al espacio cayendo libremente durante algunos segundos, que parecieron interminables para los espectadores, quienes emitieron una exclamación de alivio cuando vieron desplegarse la seda del paracaídas, el que ya convertido en un gran hongo flotante, frenó bruscamente la caída del novel paracaidista, quien al llegar a tierra realizó una rápida flexión de piernas, pero se golpeó sobre una piedra suelta del terreno, provocando una ligera dislocación en un tobillo.
El descenso se calculó en menos de tres minutos y ya en tierra rápidamente fue socorrido por el personal presente en el acto.
El público vibrante con la demostración de sangre fría y temeridad efectuada por el aviador chileno invadió la pista ovacionando por espacio de varios minutos al pionero del paracaidismo chileno.
*FUENTE: HISTORIA DEL GRAN SALTO DE LAGREZE.
Héctor Alarcón Carrasco
Instituto de Investigaciones
Histórico Aeronáuticas de Chile