- Grupo de árbitros maulinos está trabajando con la Asociación de Fútbol Amateur de Talca, buscando un protocolo que contenga los exacerbados ánimos en un campo de juego.
La violencia en el fútbol se ha transformado en un fenómeno que se observa con frecuencia y en todo ámbito.
Existen un par de teorías que podrían responder a lo que está pasando.
En las tribunas de un recinto deportivo, las hinchadas ocupan ese espacio para insultarse mutuamente, hacerlo con los jugadores, los árbitros y de paso, le cae algo siempre a los dirigentes.
Muchas personas pasivas en su actuar, observan con asombro y perplejas cómo otros se agreden desde emplear un lenguaje soez hasta hacerlo físicamente, sin importarles ni respetar nada en su entorno.
Ni siquiera les importa las cámaras de celulares o transmisiones televisivas que se están realizando en el mismo momento.
Este comportamiento que parte desde lo individual y se extiende a lo colectivo, nunca tendrá razones que justifiquen esas reacciones.
Estas conductas violentas y agresivas, pareciera que maduraron después de la pandemia.
Las personas están intolerables, irrespetuosas y caen en la “ley del más fuerte”.
Si quien agrede es del mismo club, el sujeto que en la vida es tranquilo, terminará tarde o temprano actuando de la misma manera, porque “ese grupúsculo” validó ese comportamiento.
Por ende, en la cancha sucederá lo mismo.
Un cobro que no le agrade a un jugador, un técnico o un asistente, será reclamado de forma airada y saldrá del anonimato para insertarse en lo público e instar indirectamente a que el resto reaccione con un tono similar.
La mejor defensa para el agresor es decir “no solo yo insulto, sino el grupo”.
Una absurda conformidad y complacencia con la justificación de esa conducta que los árbitros, tienen que lidiar para contener a los agresores, evitando un mal mayor.
Mucho se escucha que erradicar la violencia en responsabilidad de todos.
¿Basta con una advertencia, desde la prevención, sosteniendo que a la próxima se suspenderá el partido?
Difícil respuesta.
No se quiere cooperar ni menos reconocer cuando alguien ha caído en un exabrupto.
Incluso, en frío y transcurridas muchas horas después de los hechos, se buscan pretextos para evitar asumir responsabilidades, sino por el contrario, hasta las eventuales sanciones son cuestionadas.
Paéz y Campos (2003) lo explican mejor, “el conformismo es el cambio de creencias o conductas debido a la presión de un grupo, que modifica las disposiciones previas del sujeto en la dirección de la norma establecida por el colectivo en cuestión”.
Debemos seguir insistiendo por el respeto al juego limpio y entender que en el fútbol como un juego que apasiona a sus actores, se puede ganar o perder y hay que aceptar que así sea.