- Era un jerarca nazi encargado de la propaganda del régimen, quien sistematizó e hizo pública su técnica que utilizó para lograr uno de sus objetivos políticos: establecer la supremacía aria realizando una limpieza étnica que exterminó a más de seis millones de personas con el apoyo directo, o cómplice, de su pueblo.
Por: Marcelo Trivelli Oyarzún.
Presidente Fundación Semilla.
Para entender mejor los postulados de Goebbels, debemos actualizar la palabra propaganda que hoy está desacreditada y en desuso, por comunicaciones que parecen inofensivas y hasta le dan un carácter neutral e informativa.
El nazismo accedió al poder en un sistema democrático fuertemente influenciado por las comunicaciones políticas del nazismo bajo la premisa que: “si la democracia es tan estúpida que nos entrega las herramientas para el trabajo sucio, esa es su responsabilidad”.
Decía Goebbels que “la propaganda (comunicación) debe facilitar a la opinión pública para que ponga foco en un sujeto de odio”, para posteriormente repetir, repetir y repetir.
¡Los judíos son culpables, los judíos son culpables!
En palabras de aquella época: promueven un discurso de odio que denigre y haga responsable de los males que se quieren evitar, a un grupo humano por su religión, país de origen, género, raza, etc.
Cerraba el ciclo afirmando que: “una mentira (hoy fake news) dicha una vez seguirá siendo una mentira (fake news), pero si la repites miles de veces será una verdad. Si repites una mentira (fake news) frecuentemente, la gente la creerá, y terminarás por creerla tú también”.
Un ejemplo actual mundialmente conocido es la afirmación de Trump de que “le robaron” la elección.
No habiendo ninguna prueba que lo avale, más del 70% de los que votaron por él siguen creyendo que es verdad.
En la época de Goebbels y Hitler, los medios de comunicación eran pocos y fácilmente controlables por el Estado.
Hoy los medios se han democratizado a través de las redes sociales, pero el poder del dinero y el acceso a las nuevas tecnologías de la información dan una ventaja innegable a esos grupos respecto del ciudadano común.
La amenaza está más vigente que nunca.
El mundo occidental, en el cual Chile está inmerso, valora la libertad de expresión como uno de los pilares de la democracia.
En ello estoy de acuerdo, pero debemos desarrollar las capacidades de distinguir la verdad de la mentira y reconocer cuando se ha puesto en marcha un discurso de odio para lograr oscuros objetivos.
Quizás sigamos rodando cuesta abajo, creyendo y asumiendo los discursos de odio como verdades indiscutidas, pero debemos comenzar a trabajar en el ámbito escolar para que niñas, niños y jóvenes aprendan a identificar las técnicas comunicacionales de manipulación.
Finlandia ya lo ha comenzado a hacer en sus salas de clase como política educacional.
Han añadido una asignatura llamada alfabetización mediática, que consiste en desarrollar en los estudiantes pensamiento crítico y las herramientas que les permitan detectar la información falsa que parece verdadera.
Mientras antes comencemos en Chile, antes mejoraremos en bienestar de los estudiantes y la salud de nuestra democracia.