Por: Sergio Torres Inostroza.
Coordinador de Torneos.
Hay dirigentes deportivos a los que les incomoda profundamente no ser reconocidos como “autoridad”. Les duele, les molesta… y no entienden que, en muchos casos, simplemente “no lo son”.
Intentan suplir esa falta con presencia: están en todas las actividades, buscan el micrófono, dan discursos que nadie pidió y quieren figurar más que su propia institución.
Fueron elegidos por un grupo reducido, casi por descarte, porque alguien “tenía” que tomar el cargo. No porque representaran una visión o un liderazgo inspirador.
En una época donde sobran cuestionables “personajes”, pero escasean los verdaderos líderes deportivos, muchos ven el puesto como una plataforma de exposición más que una responsabilidad. Y ahí aparece el ego, mal entendido, mal gestionado… y peor aún: una desbordada sobreexposición.
El ego bien canalizado puede ser motor. Pero cuando se convierte en el fin, termina dañando la actividad, alejando a quienes podrían aportar de verdad y llenando de ruido algo que debería tener más fútbol que vanidad.
Liderar no es figurar. Es servir, representar y construir desde la humildad.
Si eso no lo tienen claro, entonces no están liderando… están usando el cargo para otros fines.